Editorial Tinta Mala en Casa Tía Julia


Conozco a Gaztea Ruiz desde los tiempos en que éramos estudiantes de Periodismo en la Universidad del País Vasco. Eso es hace tanto tiempo que incluso fue él quien maquetó el n.10 de Revista Iguazú, el primer ejemplar con el formato actual de la revista (antes de esa maqueta suya la revista tenía un formato A4). Sin embargo, como suele pasar, nos habíamos perdido la pista durante años, hasta que cuando yo empecé con esta locura de Casa Tía Julia él supo del proyecto y me escribió para decirme algo así como «lo has conseguido, estás haciendo lo que decías en la universidad que harías». Y sí, él fue el primero en recordármelo, pero es cierto que ya con 18 o 19 años yo, aparte de estar poniendo en marcha otro de mis sueños (una revista literaria) ya hablaba de lo mucho que me gustaría crear una «casa rural literaria» o una «cooperativa de gente interesante», ideas que ahora, de otra manera, desarrollo en Casa Tía Julia – Refugio de Ideas.

logo-tintamalaTiempo más tarde me llamó para pedirme consejo porque él también quería poner en marcha un proyecto al que hacía tiempo que venía dando vueltas: una editorial que ayudara a todas las personas que como él, habían pasado solos por todo el trabajo que supone la autopublicación. Su hermano Íñigo, diseñador, se uniría al proyecto, con lo cual podrían ofrecer de manera profesional, y sobre todo a un precio muy asequible, todos los servicios para publicar un libro que ellos en su día habían tenido que hacer por su cuenta: editar, corregir, diseñar, maquetar, conseguir un ISBN, tener una edición digital, imprimir, promocionar el libro, crear un booktrailer… en definitiva, querían poner su experiencia al servicio de cualquier persona que quisiera publicar un libro y que no supiera por dónde empezar.

Gaztea todavía recuerda la bronca que le eché: «ni se te ocurra -le dije- una editorial solo trae quebraderos de cabeza». Teniendo en cuenta que yo había creado Ediciones con carrito hacía solo unos meses y que llevaba ya 20 años editando Iguazú. Revista Artesanal de Literatura y Cultura, Gaztea no me hizo ni caso, por suerte, y ahí comenzó la aventura de Editorial Tinta Mala.

Hace unas semanas Gaztea e Íñigo me pidieron pasar unos días en Casa Tía Julia para repensar el proyecto en un entorno sin distracciones (a veces no tener cobertura es una bendición) y por supuesto les acogí con un buen fuego y unas buenas chuletas de cordero y choricillos a la brasa. Además así Gaztea podría intercambiar las tejas julianas que había amadrinado cuando inicié este refugio de ideas. Fue un fin de semana intenso de trabajo junto con otros tres amigos y consultores: José Ángel, Eduardo y Javier. Les agradezco infinito que me invitaran como oyente a una de sus sesiones, porque pude ver cómo aquella idea de Gaztea había cobrado forma y cómo tenía un prometedor futuro por delante.

También les agradezco las conversaciones sobre flamenco, cante jondo y boxeo, temas de los que los dos hermanos son grandes conocedores, ya que su padre es el ex-boxeador Horacio Ruiz y que Íñigo Ruiz, además de diseñador, también es cantaor (sí, hay cantaores en el norte) y entre los dos hermanos hace años publicaron el interesantísimo libro-disco 36-39. Pequeñas y grandes historias de la Guerra Civil desde el sentir flamenco.

Espero que se hayan marchado de aquí con ganas de volver y que estos días les hayan servido para hacer crecer su editorial todavía más, al menos ellos lo cuentan así en su blog: Repensando Tinta Mala.

Os dejo con un vídeo con el arte de Íñigo Ruiz como cantaor.

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