Los antecedentes
Cuando en mis tiempos universitarios empecé a ver la serie «Doctor en Alaska» (sí, confieso que no me enganché desde el principio, sino que fue algo más tarde, en una noche de insominio), no podía imaginar que 20 años después convertiríamos el pueblo de mi abuela, Reznos (Soria) en un inesperado Cicely por un día.
Todo empezó cuando Noemí Risco, una traductora que, al igual que yo, había hecho el «viaje inverso» y se había mudado de Barcelona al pueblo de su abuelo (a una hora en coche más o menos del mío) empezamos a hablar de la serie en el taller de Michael Ende y pensamos que estaría muy bien organizar un encuentro de fans de «Doctor en Alaska» para quedar con personas amigas, conocer gente interesante y aprender de otros puntos de vista sobre la serie.
Lo habíamos dejado pasar bastante tiempo, pero al final pusimos una fecha, el sábado 24 noviembre, y un lugar, Reznos (el pueblo de mi abuela, donde nos dejaban el bar, con estufa, para nosotros solos) y convocamos a otros amigos y amigas que nos habían asegurado que vendrían si montábamos algo así. Además de eso, lo publicamos en el blog de Casa Tía Julia por tener un sitio donde centralizar la información y en el blog de Noemí. Lo que no podíamos esperar de ninguna manera es que de repente nos llamarían de Radio 3 y que la noticia correría como la pólvora.
De esta manera lo que iba a ser un pequeño encuentro de 10 o 12 amigos con la excusa de la serie, se convirtió en un evento con 65 personas apuntadas, a las que tuvimos que poner en lista de espera porque el aforo del local no nos daba para más.
El encuentro
Finalmente el día 24 aparecimos 30 personas en Reznos, un pueblo donde en invierno viven 8 personas y donde hay precisamente 30 empadronadas. Para mí este pueblo o el mío (Ciria) era un lugar ideal donde celebrar el evento porque si un lugar de España recuerda a Alaska es Soria, y más todavía la zona del Moncayo.
Además, en Reznos contábamos con la colaboración de los holandeses (sí, algo particular de este pueblo es que de las 8 personas que viven habitualmente 2 son una pareja de holandeses que llegaron hace 12 años), del alcalde y del resto de habitantes, que nos dejaban todos los espacios que necesitáramos.
Como no podía ser de otra manera, la recepción de los participantes fue en la iglesia de Reznos, al igual que las reuniones vecinales de Cicely.
De allí pasamos al Brick (el bar de Reznos, que era el antiguo lavadero y está construido en parte en ladrillo) para empezar la exposición de charlas que cada asistente había preparado. El programa fue sin duda muy jugoso:
- 11:00 Noemí: Las distintas voces en Doctor en Alaska, la serie desde una perspectiva sociolingüística.
- 11:30 Miguel: Viaje a Roslyn y Talkeetna.
- 11:50 Ivar: Maggie O’Connell en la Sierra de la Culebra.
- 12:10 Germán: La literatura en los despertares, reflexiones de Chris.
- 12:30 Laura: La Naturaleza y los animales en Doctor en Alaska.
- 12:50 Cristina: Un paseo por Cicely.
- 13:10 Maite: Las cosas que se extinguen.
- Comida, paseo por el pueblo y comentarios sobre las charlas anteriores
- 16:30 Raquel: Las visiones de Shelly embarazada.
- 16:50 Miguel L. & Olga: Marilyn y las diferentes formas de ver la vida.
- 17:10 Mª de Mar: Carl Jung y el inconsciente colectivo.
- 17:30 Carlos: Forma y fondo en Northern Exposure.
- 17:50 Juan Luis: Los tres amigos.
- 18:10 Cristina “sico”: Paralelismos con su vida, la hipersensibilidad de Mike Monroe y el papel de los sueños.
- 18:30 Félix: Doctor en Alaska para todas las edades.
- 18:50 Beatriz: tema pendiente.
- Comentarios sobre las charlas de la tarde
- 19:30 Proyección fragmentos de episodios más votados
- 21.00 Cena
La anécdota
Aquí tengo que confesar que quizás el programa de arriba no sea del todo exacto, porque me perdí parte de las charlas de la mañana ya que me pasó algo muy «cicelyano»: me quedé encerrada en casa de los holandeses.
Esta casa (la antigua casa de la Amalia, donde mi madre había dormido muchas veces de pequeña) era nuestro centro de operaciones y subí a la habitación a por una bufanda. La habitación está en la zona de arriba de la casa que antes eran graneros y que se separa del resto por una puerta con un tranco típico antiguo de madera por fuera. Así que en lo que yo subí, alguien debió ver el tranco abierto y lo cerró pensando que no había nadie arriba.
La primera reacción fue llamar por teléfono a mi guapa pero resulta que no tenía cobertura. Lo siguiente fue intentar mover el tranco desde dentro, pero no tuve éxito. ¿Y cómo salí de allí? Bueno, pues después de un rato oí unas voces fuera, así que me asomé a la ventana y vi que estaba el alcalde de Reznos hablando con un chico, así que saqué medio cuerpo fuera por el ventanuco y empecé a gritar: «Hermógenes -sí, el alcalde se llama así- ven y abre el tranco de la puerta de los graneros, que me han dejado encerrada». El hombre estaba alucinando con la situación, claro. Por suerte la puerta de la casa en realidad siempre está abierta y así pude ser rescatada por el alcalde 🙂
La comida
Para la comida en Reznos nos dejaron un local donde suelen celebrar reuniones y Piedad, de Casa Rural Manubles (donde se alojaba el grueso de los participantes) nos sirvió un estupendo menú compuesto de garbanzos con verduras, costillas de cordero, choricitos y brochetas de pollo a la brasa (de nuestra proveedora habitual, Tania de Carnicería al Corte en Ágreda, que como es de mi pueblo nos trae las cosas literalmente a la puerta de casa) y manzanas asadas y torta de frutos secos y mermelada. También Gloria, la mujer del alcalde de Reznos preparó un bizcocho increíble. Todo riquísimo, como podéis imaginar.
Por la tarde continuamos las charlas, pusimos algunos fragmentos de los capítulos preferidos y nos quedamos a cenar también en Reznos una estupenda cena preparada por los holandeses. El domingo una parte del grupo volvía ya a su casa pronto y otra se quedó para visitar Ciria y Casa Tía Julia.
Las personas
Más allá de la crónica de los hechos, el fin de semana fue increíble por la calidad humana de todas las personas que se acercaron hasta Reznos y solo me queda la pena de no haber podido hablar más con todas y cada una de ellas. Me consuela pensar que volverán en algún momento o que yo las visitaré más adelante. Sé que queda tópico y que cada vez que organizamos algo en Casa Tía Julia siempre acabamos diciendo que lo mejor son las personas que conocemos aquí, pero es que no os hacéis una idea de la suerte que tenemos.
A veces digo que es imposible que aquí venga alguien con quien no conectes de una u otra forma porque para llegar hasta aquí tienes que haber pasado el «filtro Casa Tía Julia»: ¿qué persona en su sano juicio se recorre no sé cuántos kilómetros en moto para llegar desde Córdoba un pueblo remoto de Soria? ¿qué par de locas se plantan aquí desde Galicia o Zamora y van recogiendo o dejando a gente por el camino? No cualquiera deja atrás la comodidad del sofá de su casa y se presenta en un pueblo que le queda a cientos de kilómetros solo por la promesa de encontrar a gente con intereses similares.
Lo comentaba durante la comida con Ivar, que vino desde Zamora: me gusta pensar en Casa Tía Julia como un puente, un lugar cuya mayor virtud es juntar a personas que van a conectar. Y de esas conexiones pueden salir otras historias, como en su día del networking de otoño del 2017, donde incluso una chica de Madrid acabó un tiempo después trabajando con unos de Bilbao a los que conoció aquí. O como yo misma que encontré al hijo de la Teresina, la mejor amiga de mi tía Julia en Huesca a finales de los años 20.
Esperamos seguir tejiendo redes y creando puentes y moviendo nuestra casa de raíces voladoras de un pueblo a otro, de Ciria a Reznos o donde haga falta, y seguir conservando el espíritu de Cicely, Alaska.