
Esta fotografía la publicó @sernosiendo hace 275 semanas, según Instagram. La acompañó de este texto:
«Pero a veces, por el contrario, hay que hacer agujeros, introducir vacíos y #espacios blancos, rarificar la #imagen, suprimirle muchas cosas que se le habían añadido para hacernos creer que se veía todo. Hay que dividir o hacer el #vacío para reencontrar lo entero.» #Deleuze
Entonces yo no sabía que mi cuerpo por dentro se estaba agrietando igual que las paredes de la casa. Que la salud de hierro de la que presumía estaba ya quebrándose sin darme cuenta.
Hoy, 4 años y 5 días después de entrar en quirófano dos veces, este rincón de la casa —que algún día será la biblioteca de poesía— sigue igual. Me he torturado mucho por ello. Por no haber podido cumplir los planes que tenía previstos. Porque sigo abriendo la puerta y enseñando desconchones, humedades, grietas. Todo por hacer, sí, todavía.
A veces todo cambia en un segundo sin que podamos controlarlo y toca establecer un nuevo punto de partida. Parar y atender lo inmediato: los 42 cm de cicatrices en el cuerpo, las sondas, las secuelas, dar un paso y luego otro.
275 semanas desde esa imagen, casi 209 desde que un error médico lo paró todo. La probabilidad que jugó en mi contra, ese 0,2% de las veces en el que las cosas no salen bien.
Un nuevo punto de partida o retomar uno anterior, sabiendo que ya no somos la misma persona. Que no lo podemos ser. Que el espacio en blanco nos abrió en dos y dio paso al cambio.
«Hay que dividir o hacer el vacío para reencontrar lo entero», dice Delouze. Quizás estoy ahí, ahora, en ese momento en el que dividida en grietas y recompuesta a base de tierra y tiempo solo busco reencontrar lo entero y seguir adelante.