Lo confieso. Muchas veces tiendo al desánimo. Me pongo a pensar si todo esto de Casa Tía Julia no será una auténtica locura, si conseguiré llevarlo a buen puerto. Las cosas van muy lentas, más de lo que a mí me gustaría porque cuando tengo tiempo no tengo dinero y cuando tengo dinero es porque he vendido mi tiempo a otros.
Pero hay momentos, como esta semana, en los que solo pasan cosas bonitas y entonces me creo que todo es posible. ¿Cómo no voy a creerlo, por ejemplo, si descubro que Belén Gopegui -una de las escritoras que más admiro- es madrina de una de las tejas? Y lo descubro así, de repente, porque en una conferencia me acerco para que me firme su prólogo a «Los parentescos» (el libro que Carmen Martín Gaite estaba escribiendo cuando murió), hablamos un poco y me acaba reconociendo ella a mí como la «editora con carrito» y me cuenta que ella tiene una teja, que la amadrinó con su primer apellido (Gopegui es el segundo) y esa fue la razón de que yo no lo supiera hasta ahora. Y por si fuera poco me regala un libro y me dice que algún día vendrá una semana a escribir aquí.
O cómo no creerlo si te escribe una chica para ofrecerse a impartir un taller sobre arte y mujeres y resulta que mi guapa, 12 años atrás, había estado en el salón de su casa, con otras amigas, y tirando del hilo mi guapa se reencuentra con una amiga a la que había perdido la pista, y a raíz de eso le acaban ofreciendo una exposición en abril de 2018 en un espacio de Madrid.
Y en la misma semana llega una miel maravillosa de Asturias, porque nosotras a veces también nos enamoramos de otros proyectos y hemos amadrinado una colmena que llevará el nombre de Casa Tía Julia, y me llama la propietaria de las colmenas, con un acento asturiano encantador y me contagia su entusiasmo.
Y luego surge un #encuentroimprovisado y llegan a Ciria @arketipo, Karmele, Martina y @rsciriano y les enseño un molino de viento, el pueblo, la casa, el horno… e imaginamos eventos y el pueblo lleno de gente y fantaseamos con traer a diseñadores que se ponen cosas en la cabeza…
Y entonces sí, miro los paisajes alrededor, el cielo nocturno recortado sobre el castillo, la infinidad de estrellas, la niña pequeña y tímida que fui en este pueblo, la mujer que soy ahora y pienso que sí, que hoy es un día de esos en los que creo que todo es posible.