La culpa de todo la tienen los libros


Siempre supe que Carmen Martín Gaite había llegado a mi vida para cambiarla y me repetía a menudo una de sus frases, para no dejarme engañar:

Normalmente se sueña una cosa y se hace otra. No te dejes engañar: intentar realizar los sueños es lo único que al final de la vida te reconcilia contigo mismo.

Luego, por supuesto, también estaba Michael Ende, que con «La historia interminable» me enseñó a mis 9 años que hay libros mágicos que cambian a sus lectores, y que mucho tiempo después me lo volvió a recordar en una de sus «44 preguntas al amable lector»

¿Piensa que es casualidad si, angustiado por problemas vitales, tiene usted de pronto entre las manos, justo en el momento adecuado, el libro adecuado, lo abre justo por la página adecuada, y encuentra exactamente la respuesta adecuada?

Así que hacía tiempo que yo sabía lo que quería hacer, pero no me atrevía a hacerlo, que si la crisis, que si guardar los ahorros por si acaso, que si cómo dejar un trabajo indefinido (en el que te estás dejando la piel y la salud sin que ni siquiera merezca la pena, pero es un trabajo fijo…), que si mi guapa está enferma y va para largo y no podemos arriesgarnos, que si «ya lo haré más adelante»… pero como dice Carol Blenk

Debo admitir que era algo que había ansiado muchas veces pero que, como demasiadas vivencias en la vida, acabas dejando para más tarde, como si el tiempo durara siempre igual y la disposición fuera la misma. Vaya error.

Y en ese momento apareció Bel Olid, con su «Una tierra solitaria» y tuve la revelación de que «sí, ahora, ya, haz lo quieres» y llamé a mi madre y le dije «voy a comprar la casa de la tía Julia».

Me tomó por loca, por supuesto. Intentó disuadirme de todas las maneras. Luego todo se precipitó, el trabajo fijo resultó no serlo tanto, la crisis, un despido, la posibilidad de empezar al menos con una pequeña oficina gracias a la capitalización del paro… Mi madre seguía sin entenderlo y no hacía más que preguntarme «¿por qué?». Pero claro, yo no podía decirle que la culpa de todo la tienen los libros…

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